Aferrándome a mi sangre... y confiando en mis gritos ahogados. Cuando creí perderme entre el humo que salía de tus ojos, de una mano. De tus manos. Cada pulsión, cada pequeño dolor, cada gota de agua fría en la frente: atándome a la existencia.
Recorrer con la punta de los dedos, con las palmas de las manos... el frío, el calor, suave, conocido... ah, perfecto. Y pronto largar a volar.