En ese mismo instante en que te das cuenta de la digitalidad de tu existencia, y desesperas dentro de seis paneles absolutamente transparentes donde exhiben la poca humanidad que va quedándote. Y donde aún sin armas puedes desgarrar tu carne, tu pelo, tu vergüenza... Si al fin y al cabo es la propia exposición la que te haría surgir y renacer. Pero ni eso supiste aprovechar, de nada te sirve intentarlo. Vence aquello que te asfixia, termina o acepta ser la víctima. La dualidad en tu individualidad y un montón de cosas imprecisas. La bipolaridad en el contexto de tu centralidad, de tu fantástica realidad. Porque en el fondo hay una persona real, detrás de las glamorosas cortinas del masoquismo se esconde un infante que llora y grita, esperando ser escuchado.
Por un momento de paz, por una liberación concedida, por una autoproclamación de la realidad, por la revolución mental, por las raíces de mi melancolía, por el grito de la agonía y el placer del dolor,
brindo.
(Sí, a veces sería más fácil abrir el cuerpo, la mente y el alma para dejar que esa otra persona ingresara en uno... y supiera qué se siente)
Nostalgia
vor 5 Jahren